lunes, 6 de abril de 2015

APUNTES HISTÓRICOS PARA EL ESTUDIO DE LA FORTALEZA DE ALCAÑICES

En el año 2007 la Junta de Castilla y León a través de la Consejería de Cultura y Turismo acuerda adecuar como Conjunto Histórico el denominado Recinto Murado de Alcañices, anteriormente declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Más allá de este tipo de actuaciones administrativas, necesarias pero en ocasiones poco eficaces, desde un punto de vista histórico se echa en falta un estudio monográfico del recinto defensivo que profundice en sus raíces y evolución y ayude a poner en valor su importancia histórica y cultural.
Lejos de tal objetivo, para cuya realización se requieren los medios, el tiempo y los conocimiento de los que carezco, sí pretendo en este post aportar mi granito de arena en favor de un mejor conocimiento de la fortaleza alistana a través de una serie de aportaciones documentales (algunas inéditas) que presenten un relato lo más coherente posible del núcleo defensivo. 


Delimitación Conjunto Histórico del "Recinto murado de Alcañices"


Alcañices surge por vez primera en los registros escritos en un documento del año 1204, cuando aparece al frente de la Villa un tenente llamado Nuño Froilaz[1]. Lo tardío de esta primera referencia no concuerda con la importancia del enclave. Sabemos que en 1211 el rey leonés Alfonso IX ordena la devolución a los templarios de una serie de fortalezas, entre las que se encuentra Alcañices[2]. Éstos debieron implantarse en la Villa  posiblemente hacia el último cuarto del siglo XII, transformándola en uno de sus principales núcleos fortificados. Su presencia aquí se extendió hasta el año 1310 cuando la Orden es disuelta, pero las referencias históricas sobre su presencia durante todo este período son escasas y ninguna de ellas alude a la fortaleza.
En realidad, el primer testimonio documentado de la arquitectura defensiva en la Villa se data en tiempos de los primeros Señores de Alcañices. Se trata de un diploma del año 1396 por el que doña Juana de Cifuentes cede a su hijo mayor don Luis, con el consentimiento de sus hermanos, la Villa y Tierra de Alcañices[3]. El documento es importante por cuanto doña Juana ordena a un tal Sancho Diez la entrega de la casa-torre a favor de su hijo: […] et mando a Sancho Dies que esta presente que tiene la casa torre por my de la dicha villa de Alcanyças que vos la haga luego dar e entregar a vos… En primer lugar se deduce de estas palabras que Sancho actuaría en calidad de alcaide o gobernador de la fortaleza, por los poderes que doña Juana le había delegado. En segundo lugar, el testimonio es clave porque refleja el tipo de construcción arquitectónica que presidiría la villa: una casa-torre. Con este escueto dato lo único que se puede apuntar es que se trata de un modelo constructivo habitual durante la Plena Edad Media, como se puede atestiguar de construcciones similares que sí han perdurado hasta nuestros días en todo el tercio norte peninsular y que ejercían funciones habitacionales y militares al mismo tiempo. Más allá de esto no sabemos si su origen pudo datarse en tiempos de los primeros señores de Alcañices o si por el contrario se trata de un vestigio de la arquitectura templaria que fue reaprovechado posteriormente.
Nada se nos dice en cambio de la primitiva cerca medieval que protegería el recinto o de otros elementos defensivos como el foso. Sin embargo, tenemos pruebas documentales de su antigüedad, tanto de la muralla como del foso, por un pleito de 1535 en el que los concejos de Aliste presentan una lista de daños y agravios a los que eran sometidos por parte de don Francisco Enríquez de Almansa, I Marqués de Alcañices[4]. Entre las quejas se encuentra la obligación de la Villa y Tierra al reparo de los muros y cavas antiguas de la dicha villa. La antigüedad de la muralla y foso queda fuera de toda duda, máxime cuando a renglón seguido afirman que agora nuebamente haze [el Marqués] otra cerca nueba y los haze servir en ella no syendo nescesario. Es decir, el Marqués por estas fechas renovaba el recinto defensivo a través de la construcción de un nuevo amurallamiento y el acondicionamiento del foso. Respecto a este último elemento llama la atención la utilización del plural para referirse a él. Esto lleva a plantearnos dos hipótesis: que estuviésemos ante un doble foso (poco probable en mi opinión) o que el perímetro sólo se complementara defensivamente en algunos tramos excavados (de ahí las cavas), los más expuestos desde una perspectiva estratégica.
La creación de una nueva cerca debió ser el punto culminante de un proyecto de renovación de los sistemas de defensa de la Villa impulsado por el Marqués. O al menos eso se deduce de otro documento anterior, fechado en 1514, en el que por primera vez los concejos se lamentaban ante los tribunales de justicia por la actitud de don Francisco Enríquez, quien les fazía perder sus yeras con sus personas e carros e bueyes mandandoles llevar piedra e cal e barro para hazer una fortaleza que hazia sin les pagar cosa alguna, argumento que será rebatido en dicho pleito por el propio Marqués esgrimiendo a su favor que los servicios que los vecinos de la dicha Tierra fazian con sus personas e carros e bueyes asi que traen leña y barro y madera e otras cosas como en belar la fortaleza quando era nescesario … que a todo ello heran obligados los vezinos de la dicha Tierra e que le hera devido al dicho don Francisco ansí por privilegio especial que tenían de la dicha Tierra como porque los vasallos que agora biben en ella e los otros que antes de ellos fueron de cientos años y mas tiempo a esta parte y de tanto tiempo de cuyo principio no aver ya memoria de hombres diz que pagaron continuamente[5].
La reconstrucción de los elementos defensivos no debe interpretarse como un trabajo ex novo (es decir, demoler y hacer de nuevo) sino como una renovación parcial y progresiva de estructuras, entre otras cosas porque nadie hubiese sido tan temerario como para permitir la indefensión del enclave y su exposición al ataque enemigo durante el tiempo que durasen las obras.
Por otra parte los materiales empleados -piedra, cal y barro- concuerdan con los restos visibles de la muralla en la actualidad y suponemos que serían empleados tanto en la cerca como en el resto de fortificaciones.
En tiempos de don Francisco, cuya actividad constructiva fue ciertamente intensa, se llevó a cabo un último retoque defensivo. Él mismo nos da la información a través de su testamento[6]: Yten digo que por quanto por my mandado fue reedificado e trasmutado en obra del baluarte que esta delante de la puerta principal de la dicha my Villa de Alcañiças a costa de los vecinos de los lugares de la jurisdiccion de la dicha my Villa demas y allende de lo que antiguamente solia ser y estar que lo que asy paresciere averse trasmutado se de e pague a la dicha Tierra y de ello se faga la carcel que se a de fazer en la dicha my villa a que los vecinos de la dicha my Villa e Tierra son obligados de fazer.
En términos de arquitectura militar baluarte se define como una obra de fortificación que sobresale en el encuentro de dos cortinas o lienzos de muralla y se compone de dos caras que forman un ángulo saliente, dos flancos que la unen al muro y una gola de entrada. La construcción de baluartes se difundió ampliamente desde principios del siglo XVI en la misma medida que se había extendido el empleo de la artillería, como forma de contrarrestar su capacidad destructiva. Sin duda el Marqués reforzó la entrada principal de la muralla a través de este sistema del que, por otra parte, no he encontrado referencias posteriores.


Torre del Reloj
Tras el fallecimiento de Francisco Enríquez la fortaleza debió iniciar un progresivo periodo de decadencia. Al menos eso se desprende de un testimonio fechado en 1629, cuando en cumplimiento de una Real Provisión se presenta en Alcañices el teniente de corregidor de Zamora don Pedro Sevil junto a los maestros de cantería y carpintería don Pedro Guerra y Simón Díez para comprobar el estado de conservación de la fortaleza y las casas del Marqués y evaluar la necesidad de reparos en ellas[7]. La declaración no tiene desperdicio y aporta información relevante:
Que las dichas cassas principales del dicho Marqués estan muy arruinadas e tienen necesidad de rreparo, particularmente los desvanes de arriva y estan muy desmejorados e que se estan viniendo al suelo e ansi mismo los corredores principales del dicho palacio ansi mismo se estan undiendo e con gran necesidad de rreparo y un corredor mirador de las dichas casas que cae hacia la guerta se esta undiendo y viniendo al suelo e tanvien es necesario hechar suelos e taviques a las dichas casas e sotechar los texados de ellas y que estos reparos se agan con toda brevedad para que de otra manera sera mayor la rruyna de las dichas cassas. E ansi mismo an visto la fortaleca de esta villa la qual esta muy desvaratada e desmexorada e todos los maderamientos de ella se han podrido e no son de provecho porque a lo que parece que algunos años que se undio el texado de ella, que esta descuvierta, y la cassa de la vivienda del alcalde de la dicha fortaleza esta toda en el suelo, paredes e toda ella, que es necesario rrepararle todo ello, ansi los sobrados de ella como el texado y levantar la dicha cassa del alcayde que está en la dicha fortaleza.
La situación de deterioro es evidente. Desconocemos si los reparos que tanto urgían se llevaron a efecto o no, aunque de haberse realizado habrían caído en saco roto ya que pocos años después, en 1641, las tropas portuguesas del rey Joao IV penetran en Aliste a través de Brandilanes arrasando con todo cuanto encuentran a su paso ante la impotencia de las escasas tropas españolas aquí acuarteladas. Estos enfrentamientos se enmarcan dentro de la denominada Guerra de Restauración Portuguesa, iniciada en 1640 con la sublevación de los nobles lusos que exigían la restauración del reino independiente de Portugal. La guerra fue prolongada (28 años) y se caracterizó por la combinación de batallas importantes con escaramuzas aisladas a uno y otro lado de la frontera. Precisamente el territorio alistano, como espacio fronterizo, y la villa de Alcañices, como cabeza de lanza de las estructuras defensivas españolas en esta zona de la Raya, se vieron seriamente afectados por las incursiones portuguesas. Para hacer frente a estos ataques se ordenó reforzar los enclaves militares más importantes, haciendo plazas de armas fortificadas y artilladas en Carbajales, Alcañices y Torregamones, guarneciéndolas con un tercio fijo de 800 hombres[8]. En otro documento de esta época, que nos sirve para complementar el anterior, se hace una descripción bastante detallada de la villa y fortaleza, evidenciando una vez más la situación de vulnerabilidad que presentaba:
La villa de Alcañices consiste en un arrabal abierto con cosa de sesenta casas de fábrica a la malicia, de suerte que dende los padrastos que tiene están descubiertas a tiro de mosquete sin poder hacer pie en ellas ningun hombre sin que les hagan pedazos. Arrímase a las murallas de esta villa el arrabal, que son casas de una piedra tan menuda paguadas con barro, y tan angostas, que una pared de barro fuera más defensa. Hay en la conferencia desta muralla las casas del marqués, una panera suya y cosa de diez y doce casas. Toda la villa está más sujeta que el arrabal por ceñillas las sierras que tiene a los lados tan cercanas, que con los mosquetes no para un hombre en la villa ni en sus murallas. Dentro de la villa, arrimado a la parte que mira a Castilla, está la fortaleza que S. M. manda se fortifique es de piedra labrada pequeña en su círculo, con cuatro cubos a lo antiguo, una torre de homenaje, sin plaza de armas ni cuarteles, ni alojamientos, ni agua, porque un pozo que tenía se ha secado sin tener gota de agua ha diez años, ni venilla aunque se ha limpiado, y cualquiera fortificacion que se le haga será dársela más bien dispuesta al enemigo si lo ocupa. Si algun remedio hay para poder fortificar y que la gente de la villa y el presidio se puedan defender por ocho dias mientras les va socorro desta ciudad de Zamora, es hacer en estos cerros que la ciñen, adonde está la horca, velacho adonde fuese más conveniente y más cercano de la villa un reduto alto levantado de murallas para que sea dificultosa la escalada que se le quisiese dar y dende este reduto, estando guarnecido con cien mosqueteros y algunas piececillas de campaña, quedan señores de la villa y de la fortaleza. También se ha de derribar la cárcel y otras algunas casas que arriman a la muralla, de suerte que la puerta de la villa quede limpia, a la cual se ha de hacer un rebellon que calza la puerta de la villa y del un lado y otro que salga un trincheron donde pueda estar la gente de mampuesto defendiendo la fuerza del enemigo. Con estas prevenciones se podrá la villa defender, y de otra manera es imposible, y ganada queda espuesta a que con muy poca gente la saquee el enemigo y la queme hasta Benavente y Astorga, sin haber cosa que se lo impida[9].
Interesa destacar de este testimonio la mención a la torre del homenaje, recordando en este punto la casa-torre que Juana de Cifuentes cedía a su hijo en 1396. Como hipótesis se puede pensar que la estructura arquitectónica militar que presidió la Villa desde el origen fue esta torre, que mantuvo siempre ese diseño aunque con las lógicas reformas que debió sufrir a lo largo del tiempo hasta su definitiva desaparición. En la descripción que se detalla en la declaración del conjunto histórico se refiere la existencia de un posible cubo, entre la iglesia y el palacio (y por ello conocido como cubo de Palacio) con vestigio de una doble puerta de acceso aneja. No he podido comprobar la existencia de estos restos, pero como hipótesis podría tratarse no tanto de un vestigio de la muralla sino de la propia torre.
Por otro parte, también es interesante la referencia que se hace a la cárcel, situándola junto a la entrada principal de la Villa y arrimada a la muralla. Debe ser la misma que Francisco Enríquez de Almansa ordenara construir en la manda testamentaria que antes veíamos y, por tanto, anterior al presidio que más tarde se ubicaría junto al Convento de San Francisco.

El final de la Guerra de Restauración Portuguesa en 1668 sólo supuso un respiro para la maltratada sociedad alistana. El cambio de siglo trajo consigo otro conflicto armado que nuevamente afectó a la comarca: la Guerra de Sucesión Española. La entrada de Portugal en esta guerra causó una vez más muchos problemas en Aliste. De hecho las noticias hablan de la toma de la ciudad y el castillo de Alcañices por parte del teniente general portugués Pedro Mascarenhas en 1710, quien ordenó arrasar las fortificaciones[10]. La villa quedaría en manos portuguesas hasta la firma del Tratado de Utrecht en 1713, cuando fue devuelta a los españoles. Es posible que durante este tiempo Alcañices perdiera gran parte de su infraestructura militar, incluida la torre o algunos cubos antiguos de la muralla.
Fruto de las continuas refriegas entre españoles y portugueses, así como de las penurias económicas sufridas y del abandono político, la fortaleza de Alcañices acabaría por transformarse en un conjunto arquitectónico ruinoso. Este estado calamitoso se puede comprobar ya desde principios del siglo XIX a través de un documento con el que vamos a cerrar el recorrido histórico de la fortaleza. Se trata de otro pleito iniciado en 1815 por los concejos alistanos contra el Marquesado de Alcañices solicitando la abolición de sus obligaciones señoriales. Es un litigio amplio y complejo del que sólo destacaremos los aspectos relacionados con el tema que nos ocupa[11].
Una de las argumentaciones que los concejos emplean para apoyar sus peticiones tiene carácter histórico: niegan la legitimidad de los derechos señoriales del Marquesado en base a la usurpación que de ellos hicieron originariamente a los templarios. Así los concejos intentan demostrar la pertenencia de Aliste a la Orden del Templo a través del reconocimiento de vestigios arqueológicos que pudieran haber pertenecido a los propios templarios. Entre las pruebas que presentan se halla una descripción del recinto de la fortaleza de Alcañices por parte de un perito nombrado para tal efecto y en la que se incluye la representación de un plano de la misma. Copio a continuación el texto que acompaña al plano:
Que esta se hallaba sobre una loma, según se manifestaba en el plano, con cuatro cubos, demostrados con color amarillo, y letra B, los que tenían de altura veinte y dos pies; y que los tres restantes señalados con la letra C, solo se les conocían los cimientos, y varios trozos de muralla que ivan anotados con las líneas paralelas, de cuatro, cinco y seis pies de altura, y los trozos restantes con las líneas de puntos, solo se reconocían los cimientos, cuyas construcciones eran de mezcla de cal, cantería en partes, y el resto en mampostería, pizarra: que también subsistían parte de dos torreones cuadrados, el uno con la altura de treinta pies, y el otro con la de trece; que el recinto o perímetro de la Villa se hallaba plantado sobre escarpados hasta una ribera con el nombre de Valdesejas, y también estaba por la parte del Naciente otra ribera llamada San o Peña Cueva, que cercaban dicho sitio por Naciente, Mediodía y Poniente; que también se reconocían los fosos que ivan señalados con la letra D, y también se manifestaban dos entradas que tuvo, señaladas con la letra E, cuya fortificación se reconocía ser de tiempo inmemorial, pues su defensa solo podía servir para Armas blancas; que era cuanto se podía advertir y reconocer en dicho sitio.




El estado de conservación de la fortaleza era ya entonces penoso, subsistiendo enteramente apenas los cuatro cubos que vemos en la actualidad así como algunos tramos de lienzo de la muralla. Sin embargo, el documento aporta información valiosa sobre otros elementos hoy desaparecidos. Sobre todo llama la atención la presencia de dos torreones cuadrados en el sector occidental. También dos entradas antiguas -además de la principal situada junto a la actual Torre del Reloj- que deben corresponder al periodo medieval del recinto, al menos si consideramos las palabras del perito… pues su defensa solo podía servir para Armas blancas. Es decir, se identificarían con una etapa anterior al empleo de la artillería.
El recinto defensivo en origen presentaría al menos siete cubos y dos torreones y estaría bien delimitado por los fosos, que lo cerraban casi en su totalidad. Los cubos alcanzarían una altura aproximada de seis metros mientras que los torreones intuyo que en origen debieron rondar los nueve metros.
Nada se nos dice acerca de la torre del homenaje que hemos venido advirtiendo anteriormente, y así lo refleja el plano en el que ya vemos la disposición urbanística del palacio de los Marqueses contiguo a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Por último quiero destacar un detalle que a simple vista podría pasar inadvertido. En el plano aparece dibujado en lo que sería la actual Torre del Reloj una estructura triangular unida al resto de las edificaciones por un pasillo interior. Concuerda esta disposición con la posibilidad de que estemos ante un baluarte (en este caso estructura de dos caras en ángulo saliente con una gola de entrada), ¿quizás el baluarte que está delante de la puerta principal del que nos dejó constancia don Francisco Enríquez en su testamento?

En la actualidad los restos de la fortaleza que han perdurado son cuatro cubos, conocidos como del Reloj, de la Villa, Trincherón y Tia Cañona además del ya mencionado anteriormente cubo de Palacio. También algunos lienzos de la muralla así como el propio Palacio de los Marqueses de Alcañices.


Hasta aquí el recorrido histórico a través de estas breves aportaciones. Sin duda no están todas las que son, seguro que hay mucho más material de estudio, pero con ello espero haber contribuido mínimamente a valorar como se merece nuestro patrimonio.




[1] González, J., Alfonso IX, Madrid, 1944, doc. 185.
[2] Ibídem, doc. 274.
[3] Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pergaminos, Carpeta 32 nº3 (1396-3-27)
[4] Archivo Real Chancillería de Valladolid, Registro de Ejecutorias, Caja 713, nº1.
[5] Archivo Casa Ducal de Alburquerque, caja 51, leg. 9, nº7. Estas y otras afirmaciones que aparecen en el pleito vienen a corroborar la hipótesis antes expuesta de continuidad entre templarios y los primeros señores de Alcañices, herederos de unas estructuras consolidadas, no sólo arquitectónicas sino también económicas y sociales. El Marqués se aprovecha de esta situación obligando a los concejos, entre otras cosas, a la realización de trabajos comunitarios en obras, mantenimiento o protección de la fortaleza.
[6] Archivo Casa Ducal de Alburquerque, caja 77, leg. 23, nº 16.
[7] Archivo Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorias, caja 2526, nº10.
[8] Fernández Duro, C., Memorias Históricas de la Ciudad de Zamora, su provincia y obispado, Madrid, 1882, t. II, p. 519.
[9] Ibídem, t. II, pp. 626 y 627.
[10] Esparza Arroyo, Á. y Martín Valls, R., “Estelas romanas y otros vestigios arqueológicos de Zamora en un pleito antiseñorial del siglo XIX”, en Boletín del Semanario de Estudios de Arte y Arqueología, t. 63, 1997, p.256 (nota al pie nº 8).
[11] Ibídem, pp. 253-277.